viernes, 26 de mayo de 2017

Vivir felizmente. Vivir feliz de mente. Feliz y demente.

Sigmund Freud dijo: “Si amas, sufres. Si no amas, enfermas.”

Hay madrugadas que se convierten en eternas. En aliento del recuerdo. Madrugadas transfiguradas en alimento de seducción, ataviadas de palabras infinitas y perennes. No siempre es necesario rozar la piel para sentir y estremecerse. 

Y es que algunos de los mejores momentos de nuestras vidas son, precisamente, esos que no podemos (ni queremos) contar a nadie. 💙

Uno debe aprender a dejar un bonito recuerdo en la mente y el corazón de quienes le importan de la forma más incondicional existente. Incluso cuando es necesario dejar espacio para que corra el aire y se renueve. Porque el recuerdo en el cuerpo lo puede dejar cualquiera (o casi). Y lo primero no siempre es tan obvio.

Seguiré dibujándome sonrisas de ángel y vistiéndome con mil demonios en mi cabeza. Esa pura depravación. De la buena, claro. De la que sí. De la que siempre.

Aunque algunas sonrisas de la gente rota a veces son las que más brillan. Sonreír desde la tristeza, desde la apatía, desde el desaliento, desde la nostalgia vestida de derrota… cuesta el doble. 

Solemos buscar la felicidad donde no la vamos a encontrar. Ignorando que la tenemos siempre ante nosotros. En esas ínfimas cosas que se postran ante ti.

Uno debe aprender a vivir felizmente. A vivir feliz de mente. Feliz y demente. Y así, la depravación se justifica con esa sana incordura, con esa sensata locura.





Ilustración: From Apollonia With Love

2 comentarios:

  1. Hay que aprender a dejar un bonito recuerdo en todo... para aprender a vivir feliz con ello. Gracias por tus palabras...

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