martes, 26 de mayo de 2015

Los miedos... esos enemigos amigos.

Sin más, nuestros miedos se apoderan de nosotros, en el momento menos pensado, en las circunstancias menos esperadas... y llegan, claro que llegan. Por nuestras incertezas, por nuestra desconfianza, por nuestra inseguridad, por pensar que no podemos, que no somos capaces con lo que nos deparan algunas situaciones.

¿No os habéis parado a pensar que los miedos son, simple y meramente creados por nosotros mismos? Esos monstruos interiores que nuestra brillante e ilimitada imaginación, a veces un tanto distorsionada, es capaz de mimetizar con el resto de nuestra personalidad si se lo permitimos.

Marie Curie decía que en la vida no debemos temer nada... sólo debemos comprender. Y aquí ando yo, justo en el este punto que partió ya hace años, cuando aprendí a entender mis temores, mis miedos. He comprendido que no debo luchar contra ellos, sino con ellos, hasta apaciguar su agonía y su ansiedad, que no es más que la mía propia.

Foto: Diana Dihaze

Los miedos hay que comprenderlos, entenderlos y lidiar con ellos. Debemos ser capaces de aprender a subsistir retroalimentándonos para nuestra propia supervivencia. Debemos aprender a vivir en simbiosis. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Y el mayor enemigo de uno mismo, es uno mismo. 

Woody Allen, con un humor sarcástico e irónico como su propia persona, dice que el miedo es su compañero más fiel, puesto que jamás lo ha engañado para irse con otro. Ciertamente querido Woody... ciertamente. Es otra forma de aprender a superar las circunstancias adversa.


domingo, 24 de mayo de 2015

Freud, mi mamut epiléptico... y me convertí en inmune para salvarle la vida

Hoy es el DÍA NACIONAL DE LA EPILEPSIA. No tengo un hijo epiléptico, ni un familiar, ni un amigo ni tampoco un conocido... TENGO UN PERRO EPILÉPTICO.

Ahora que ya todo está más o menos normal, puedo decir con tranquilidad que este mes está terminando bien, por fin, y me siento feliz y calmada!!

Hace un mes, mi perro Freud, con un año y tres meses, tuvo a lo largo de un mismo día 3 ataques epilépticos. Hace dos meses tuvo el primero, justo después de morir mi gata, de quien tenía una devoción exagerada por ella. Bueno, tanto Freud como yo sentíamos un gran amor por ella, sinceramente. Antes no nos dejó la gata, pasamos dos semanas horribles, afectándonos de sobre manera tanto al mamut, como a mi.

El caso es que al día siguiente, ya tranquilos, Freud sufrió un ataque epiléptico durante la madrugada. Fue horroroso. No se lo deseo a nadie en el mundo, ni a mi peor enemigo si lo tuviera (seguro que hay alguno, pero para el caso, no me importa). Me asusté tanto o más que el perro, que después del ataque y el episodio de convulsiones, estaba totalmente ido, desorientado y desubicado. Yo estaba temblando, asustada, impotente, y llorando por no saber cómo actuar. A pesar de haber sido auxiliar veterinaria, no es lo mismo tratar a los de los otros que al tuyo propio y más la primera vez.

Después de lo de ese lunes creo que ya me he hecho inmune. Pero esa primera noche Freud me gruñó en 4 o 5 ocasiones siempre que le llamaba por su nombre, intentando calmarle. Nunca antes lo había hecho. Pasaron minutos que parecieron horas. El tiempo parecía no pasar… fue una situación eterna que jamás olvidaré. Hasta que al rato se acercó a mi. Miedoso, desconfiado… y yo desde el otro lado de la barrera que tengo en las escaleras que van de la planta principal a la planta del despacho y el dormitorio.




Soy de las que piensan que los perros sí son racionales. Sino, a santo de qué nos comprenderían, sentirían nuestras emociones, nuestras sensaciones, nuestros estados anímicos. Si bien es cierto que en estados de desconcierto como el que se encontró Freud, su instinto animal salió a flote para sustituir la racionalidad existente en la mayoría de casos. Totalmente comprensible. Freud activó su estado de defensa ante su desorientación y el hecho de no reconocerme. 

Esa noche no dormí. Pendiente de cada ruido, de cada movimiento, e incluso del miedo a que le diera un ataque agresivo. Me encerré en la habitación. 

Y transcurrieron los días, y en Talamanca de Jarama, el pueblo donde vivo, empezaron las fiestas. Dos semanas de petardos, de música cual discoteca metida en casa, los ruidos estruendosos, los borrachos sin ética, educación ni civismo. Dos semanas de entradas y salidas del portal, portazos va que te viene todo el día… y la noche. Y por fin terminaron, el domingo de hace un mes. Y cuando volvió la calma, con ella el lunes y los tres ataques que he mencionado inicialmente. Otra situación que, además de hacerme inmune, además de hacerme fuerte, fría y calculadora para la próxima, también me ha enseñado mucho.

Esta vez fue diferente. Fueron ataques muy intensos pero más breves. Y su desorientación menor. Incluso cuando se incorporaba, venía en mi búsqueda, como el hijo que necesita a su madre cuando se encuentra mal. Ese instinto que tenemos de la necesidad de protección para el sosiego. Y así lo interpreté yo. No sé si será esto, pero si no lo es, no quiero saberlo. Quiero vivir con mi ignorancia en este caso, pensando que Freud me necesitaba y sabía que conmigo estaba a salvo. Y lo está. Porque mientras yo esté cuidando de él, mientras mi casa sea su casa, a Freud no le faltará de nada, como tampoco le faltó a la gata. 



No tengo un hijo epiléptico. No tengo un familiar epiléptico ni tampoco un amigo. Tengo un perro epiléptico que convive conmigo y de quien me ocupo que no le ocurra nada. Este mes ha sido duro, intenso, estresante y con momentos de querer tirar la toalla, entre veterinarios, pruebas, medicamentos y demás historias, y entre otras cosas porque le surgió de nuevo la ansiedad por separación que hacía casi un año que ya no tenía. Estas situaciones me han enseñado a tener más paciencia de la que imaginaba. A cambiar el chip. Freud no es mi hijo, es mi perro, y debo (deberíamos todos los dueños de perros) entender que si se le trata como a un hijo le perjudicamos emocionalmente. Freud está más tranquilo cuando recibe el cariño justo y el juego justo. No el exceso de ello.

Los animales son más agradecidos que los seres humanos. Y Freud, mi mamut epiléptico, me lo demuestra a diario. Es un perro feliz. Nos queda tantísimo por aprender...




domingo, 3 de mayo de 2015

Día de la Madre. Esos SERES IMPERFECTAMENTE PERFECTOS...

A ver si dejamos de decir solo cosas bonitas de las madres en "su Día" y también ponemos color a su lado oscuro... que lo tienen. Sí, sin duda son las heroínas de la casa, pero además, son plastas y pesadas por culpa de su amor incondicional y sobre protector. Y eso las hace más humanas, más queridas, más imprescindibles y más imperfectamente perfectas. Y no hoy, sino CADA DÍA!!!

Luchadoras, trabajadoras, cabezotas, tercas y testarudas. Chillonas, agobiantes, pesadas e incluso con un Master en detectar mentiras y problemas. Sí, sí, lo tienen!! Huelen a millas cuando ocurre algo solo descolgando el teléfono cuando te llaman.

- Hola hija, ¿qué tal? Hace días que no hablamos.
- Hola mamá.
- ¿Estás bien? ¿Qué te pasa? ¿Ocurre algo? ¿Te ha pasado algo? ¿Estás enferma? ¿Triste? ¿Preocupada?
- O.O estoooo... (mi madre me ha puesto una cámara oculta y un radar de la NASA, seguro...) #OMG

Tienen un don... o mil!!! Tienen súper poderes que las hacen únicas. Sin las madres, este mundo sería un lugar vacío (en todos los sentidos).

Foto: Chapas PowerPrint

Hay verdades Universales que envuelven a una madre. Si no fuera por la pesada y plasta de mi madre con el zumo de naranja que me prepara cada vez que voy a visitar a mis padres y a dormir en su casa, mi zumo no valdría nada. Ellas lo son TODO. Son tu madre, tu protectora, tu defensora, tu heroína, quien te cuida, quien te enseña, quien te educa, quien te hace aprender los valores para ser buena persona... quien te regaña, quien, en realidad, es más permisiva que tu padre (otra verdad Universal... como tantas otras).

Foto: Google Search

Y si no fuera por las madres, al menos la mayoría (y me incluyo), no seríamos quienes somos. A la mía le debo la vida, no una vez, sino dos, por las circunstancias de hace ya muchos años. Y era ayer cuando me perdías y no me soltaste. Te agarraste a mi de la forma más indescriptible, más incondicional, más extraordinaria, más humana... más tú. A pesar de las consecuencias, nadando contracorriente, luchando por sobrevivir en medio de la tormenta. Pero como siempre me has enseñado, cada día sale el sol.

Ningún ser humano es capaz de hacer lo que hace una madre por sus hijos. Fueron momentos duros que los recordamos como una anécdota más para nuestro aprendizaje en este camino llamado vida. Y hoy, como podría ser mañana o hace tres días, o como puede ser dentro de dos meses, te doy las gracias una vez más, por ser y estar. Gracias por la familia que has creado, que habéis creado entre tú y papá.

No puedo estar más orgullosa de los padres y las hermanas que tengo. Sois mi vida, junto con el Gruñón... GRACIAS por ser mi aliento, mi punto de apoyo, quienes, cada uno a su manera, sois capaces de hacerme crecer cada día.