Suéñame bonito. Así, con esos besos que nunca nos dimos pero fantaseamos y anhelamos tantas veces.
Saber que nos quisimos mucho. Mucho, pero mal.
Y claro, así, pues no.
Es curioso. Uno nunca deja de aprender a querer.
A querer a pulmón abierto.
A querer a cascoporro.
A querer en la distancia.
A querer desnudando el alma.
A querer porque te quieren.
A querer, incluso con cicatrices.
A querer mal, para aprender a querer.
A querer, queriendo. Sin más. 💙
Queriendo de verdad, con la mirada y las palabras que seducen la mente. Porque si no se empieza por aquí, pues no.
Uno nunca debería vestirse con las corazas de las heridas del pasado para vivir el presente.
Pensando que el Universo conspiraba a favor nuestro, mientras nosotros conspirábamos en otras direcciones.
Hay distancias del querer que no se miden en kilómetros. Y centímetros que construyen más distancia que el querer mal entendido.
Sacudir los sentimientos para limpiar la intoxicación de las palabras bonitas. Pero si escribes, respiro profundo, hiperventilo y oxigeno. Y claro, uno tiende a resucitar.
Qué día tan tonto tengo. Qué tonto (te) siento.
Amar en tiempos de internet. ¿Y quién no?
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