lunes, 29 de mayo de 2017

CUANDO DEJAS DE SER TÚ MISMO NO TE QUEDA NADA 💙


He visto cómo brillaban mis tropiezos en ojos ajenos. Por eso jamás me lamenté en mis caídas, para no dar más satisfacción a quienes vieron caerme, regocijándose. Luego vieron cómo me levantaba más fuerte, y vi cómo ese brillo se apagaba en sus ojos, claro. 

He vivido en mi piel las #envidias de los que se creían Dioses. Pero en el mundo de los mortales, algunos finales son catastróficos. Vaya paralelismo con el Olimpo, oiga ;) He visto cómo grandes imperios caían después de llenarse la boca con exceso de grandeza y ostentación.

He olido los celos ajenos por aquello que tanto luché, y sigo luchando.

He acariciado la derrota hasta entenderla como lección de vida. 

Me he levantado de los errores hechos tropiezos. De los tropiezos hechos aprendizaje. Del aprendizaje hecho experiencia. Sí, experiencia para seguir curándome las heridas en los nuevos batacazos…

Y los ostiones que quedan, que por quedar, quedan ganas de seguir lamiéndome las heridas. Y qué bien sienta, oye, que hay cicatrices bien curadas que son más atractivas cuando están presentes, como en el amor. 😌

He aprendido a reírme de los problemas. De los míos, claro, no los ajenos.

He aprendido a brillar con luz propia. Sí, como tú. Aunque a veces la oscuridad pretenda apagarme y le ceda rozarme un breve tiempo caduco. Ese mismo tiempo que dura lo que mi amor propio permite que dure, ni un segundo más. 💙

Sigo batallando para seguir creciendo, como tú. Sigo aprendiendo porque queda mucho por hacer, ni yo sé cuánto. He aprendido que siempre estamos en versión beta, afortunadamente. Sí, en la mejor versión beta del eterno #aprendizaje.


Luchar por lo que uno quiere con todas las consecuencias. Porque cuando dejes de ser tú mismo, ¿qué te va a quedar? Piénsalo... NADA. 


domingo, 28 de mayo de 2017

LA CONCIENCIA TRANQUILA TE HACE LIBRE ❤️


Uno entierra los errores solo por dos motivos.

Uno, cuando no quiere asumir las consecuencias y no es capaz de admitir su parte de responsabilidad que le obstruye. Y no hablo de culpa. La culpa es para los mártires. Y ya me perdonaréis, pero no creo en los santos. Todos hemos “pecado”. Y qué bien sienta pecar, ¡¡oiga!! Sigamos pecando, sigamos… 

El segundo motivo, porque los hemos admitido y subsanado en caso de poder ser enmendados. Y eso sienta aún mejor. Ese sosiego, esa calma, esa losa interna hecha añicos, ese pesar que apretujaba la conciencia dejándola sin aliento, sin aire… sin ser.

Sí, sin ser uno mismo, sin ser libre. Porque la conciencia tranquila y serena te hace libre. 

Ser consecuente con nuestros actos nos hace más humanos. Unos dirán que más vulnerables. Genial, adoro la vulnerabilidad de mi sentir. Porque he aprendido a serlo con lo que realmente me importa. Con quienes realmente me importan, claro, si no, pues no.

He aprendido que el amor no rompe. Resquebraja a veces para percatarte de que sigues estando vivo. Para hacerte más fuerte. Para conocerte más, y mejor, claro. Dicen que eso es madurar. No sé yo… sí sé, quizá, a saber, puede ser… puedes SER. Ser tú, claro. 

Me dijeron una vez: “Estás loca por querer a pulmón, por quitarte las corazas. Con el daño que te han hecho.” Hasta que volví a curar las heridas del pasado de quién lo dijo. Luego compartimos la locura, claro, y las perspectivas cambiaron. Ha llovido mucho ya.

Uno se convierte en el saco de boxeo emocional de las personas que realmente importan. Las que aportan, las que no molestan. Las que suman. Y así, como para no ser vulnerable a conciencia. SIEMPRE. 💙


Una vez dejé que me intoxicaran la #locura. Y nunca más. Jamás dejes que alguien intoxique tu sana locura, esa preciosa incordura.


sábado, 27 de mayo de 2017

AMAR EN TIEMPOS DE INTERNET 💻 @ 🖥️ 💙


Suéñame bonito. Así, con esos besos que nunca nos dimos pero fantaseamos y anhelamos tantas veces.

Saber que nos quisimos mucho. Mucho, pero mal.
Y claro, así, pues no.

Es curioso. Uno nunca deja de aprender a querer.
A querer a pulmón abierto.
A querer a cascoporro.
A querer en la distancia.
A querer desnudando el alma.
A querer porque te quieren.
A querer, incluso con cicatrices.
A querer mal, para aprender a querer.
A querer, queriendo. Sin más. 💙

Queriendo de verdad, con la mirada y las palabras que seducen la mente. Porque si no se empieza por aquí, pues no.

Uno nunca debería vestirse con las corazas de las heridas del pasado para vivir el presente. 

Pensando que el Universo conspiraba a favor nuestro, mientras nosotros conspirábamos en otras direcciones.

Hay distancias del querer que no se miden en kilómetros. Y centímetros que construyen más distancia que el querer mal entendido.

Sacudir los sentimientos para limpiar la intoxicación de las palabras bonitas. Pero si escribes, respiro profundo, hiperventilo y oxigeno. Y claro, uno tiende a resucitar. 

Qué día tan tonto tengo. Qué tonto (te) siento.


Amar en tiempos de internet. ¿Y quién no?


viernes, 26 de mayo de 2017

Vivir felizmente. Vivir feliz de mente. Feliz y demente.

Sigmund Freud dijo: “Si amas, sufres. Si no amas, enfermas.”

Hay madrugadas que se convierten en eternas. En aliento del recuerdo. Madrugadas transfiguradas en alimento de seducción, ataviadas de palabras infinitas y perennes. No siempre es necesario rozar la piel para sentir y estremecerse. 

Y es que algunos de los mejores momentos de nuestras vidas son, precisamente, esos que no podemos (ni queremos) contar a nadie. 💙

Uno debe aprender a dejar un bonito recuerdo en la mente y el corazón de quienes le importan de la forma más incondicional existente. Incluso cuando es necesario dejar espacio para que corra el aire y se renueve. Porque el recuerdo en el cuerpo lo puede dejar cualquiera (o casi). Y lo primero no siempre es tan obvio.

Seguiré dibujándome sonrisas de ángel y vistiéndome con mil demonios en mi cabeza. Esa pura depravación. De la buena, claro. De la que sí. De la que siempre.

Aunque algunas sonrisas de la gente rota a veces son las que más brillan. Sonreír desde la tristeza, desde la apatía, desde el desaliento, desde la nostalgia vestida de derrota… cuesta el doble. 

Solemos buscar la felicidad donde no la vamos a encontrar. Ignorando que la tenemos siempre ante nosotros. En esas ínfimas cosas que se postran ante ti.

Uno debe aprender a vivir felizmente. A vivir feliz de mente. Feliz y demente. Y así, la depravación se justifica con esa sana incordura, con esa sensata locura.





Ilustración: From Apollonia With Love

ME (TE) QUIERO

He olido demasiados "tequiero" con aroma a vacío. Acariciado demasiados "no puedo vivir sin ti" que han dejado arañazos. Respirado demasiados "eres el amor de mi vida" que me han dejado los pulmones llenos de aire intoxicado, hasta hiperventilar a conciencia para limpiar.

Una vez alguien me dijo "yo nunca prometo nada, porque luego tengo que cumplirlo". Aunque tuviera razón, que la tenía, al final todos prometemos cosas que nunca cumplimos, por ínfimas y absurdas que ahora nos parezcan. 

Somos humanos, y a veces esa condición pesa ante el descontrol de las emociones. Las nuestras, claro. Esas que crean un mundo en nosotros mismos.

Qué manía esa, la de ir regalando "tequieros" cuando aún no nos queremos a nosotros mismos lo suficiente para poder querer a los demás, o no como merecen. 😌


No es que no te quiera, es que primero debo quererme mejor a mi para poder quererte bien a ti. Es decir, QUERERTE BIEN. ❤️


jueves, 25 de mayo de 2017

No decidimos lo que sentimos, sino lo que hacemos al respecto

Aprendiendo a quererme mejor... 

Es curioso. Uno nunca decide lo que siente. Sencillamente, o sentimos o no sentimos. Así de simple. 

Por mucho que intentemos negarnos los momentos que producen las sonrisas tontas antes de acostarte, o cuando te levantas, claro. Todos lo hemos vivido en algún momento de nuestra existencia. Y quien no, es que no ha vivido.

Lo que sí decidimos es lo que hacemos al respecto cuando esos sentimientos aparecen. Aunque nos equivoquemos. Que para eso son los tropiezos, para curarte los rasguños y aprender, por supuesto.

Claro que sí, y ¡¡qué cosas, oiga!! Que eso de crecer llena mucho, aunque sea con tiritas y Betadine. Y si hay que suturar, se sutura, que los puntos que dejan cicatrices bien curadas también son experiencia. 

He aprendido que la vida es para vivirla, no para verla pasar. Qué pérdida de tiempo no hacerlo, ¿verdad?

He aprendido a no pensar en lo que pueda ocurrir, en lo que podría pasar o ser sí... No qué va, ya no. Ya no pierdo el tiempo en especulaciones. ¿Para qué? Lo que tenga que ser, será. Quiera yo o no.

He aprendido a disfrutar lo que ocurre, lo que transcurre, lo que pasa aquí y ahora. Así uno vive mejor, más tranquilo y más feliz. 💙

Especular y hacer conjeturas sobre un futuro que aún está por llegar crea angustia, ansiedad y agobios innecesarios. Esa zozobra que oprime. Y claro, así, como que no, ni hablar. Ya no. 😌

Es fácil. Estoy aprendiendo a quererme un poco más, pero sobre todo, a quererme mejor.





Ilustración: Sveta Dorosheva

jueves, 18 de mayo de 2017

PERMÍTETE PERDONARTE

Permítete perdonarte.

¿Y si de vez en cuando hiciéramos introspección y nos permitiéramos la licencia de pedirnos perdón a nosotros mismos? 

Sí, pedirnos perdón por habernos dañado, por ejemplo. Porque lo hacemos, claro. Por supuesto que nos autolesionamos.

Estamos acostumbrados a pedir perdón a los demás. Por haberles dañado, por no haber estado a la altura, por haberles decepcionado... Disculpa, ¿y nosotros? Claro, olvidándonos de nosotros mismos, pues no. 

Nadie se libra de autolesionarse. NADIE. Sea de la forma que sea, en el momento que sea, las circunstancias o el entorno que sean. No importa. Siempre hay un momento en nuestra vida, o dos... o más, en los que parece que el mundo se derrumba a nuestros pies. Nuestro mundo. 

Ese mundo que orquestamos, supuestamente a nuestro antojo, pensando que todo es una mierda. Sí, dije mierda. 

Pero es que las circunstancias no tienen vida propia, y las miramos desde abajo, ellas por encima de nuestro hombro, creciéndose por momentos porque les permitimos que lo hagan, viéndonos sumidos en el estoicismo y la degeneración de nuestro ser, como si tuvieran el control de nuestra propia existencia. Y claro, así, no, ni hablar. 

Tanto disertar de hipocresía y luego los más hipócritas somos nosotros con nosotros mismos. Intentamos que nos perdonen, perdonamos a los demás, pero seguimos sin perdonarnos nosotros. 

En serio, perdónate a ti por haberte hecho daño. Por haberte subestimado. Por haber dejado en el letargo el amor propio y la autoestima, dejándolos en el baúl de los recuerdos. Aunque no los hayas perdido, pero todavía no eres consciente de ello. 

Perdónate por pensar que no podías lograrlo. Por dejar que te manipularan. Por permitir que echaran por los suelos tus sueños, aunque fuera durante un breve tiempo caduco. Porque ¿sabes?, recogerlos de nuevo es cuestión de actitud, y de ganas, de muchas ganas. Si es que el secreto siempre está en las ganas. SIEMPRE. 

Pon un punto final a las lágrimas sin retorno. Esas que marchitan el alma herida, el alma dolida. Esas lágrimas dedicadas e invertidas en lo que no es, claro, así no. Esas que salen demasiado caras, y además, sin reciprocidad del mundo. 


De verdad, perdónate. Si tú no te perdonas, nadie lo hará por ti en ese runrún que te corroe por dentro. Ese pesar que marchita y amustia lo que eres. Que es mucho. 

Es el principio para aprender a respetarnos. A nosotros mismos, claro.




lunes, 15 de mayo de 2017

Qué manía esa, la de ir regalando el corazón...

QUÉ MANÍA ESA...  ❤️

Qué manía esa, la de ir regalando el corazón, cuando lo que más llena, más aporta, más se respira, más eriza la piel, más motiva, más hace crecer y más TODO, es compartirlo. Sí, compartirlo, del verbo com(PAR)tir. Entre dos, claro. 

Aunque repartamos y compartamos #amor por doquier, a cascoporro hasta la indecencia, cuando estamos bien con el mundo. Excelsa y sublime consecuencia, que no única, de estar bien con nosotros mismos. 

Qué manía esa, la de ir regalando el corazón cuando postulamos amor, presionados por nuestras propias inseguridades. Esas que todos hemos sentido y vivido en nuestra propia piel. Sí, todos. Ay, la piel... 

Vacilaciones de las heridas del pasado que se visten con corazas transitorias y no dejan aliento para el presente más inmediato. Cuánta prisa tenemos siempre para todo... ¡¡cachis!!

Corazas que frenan el llenar los pulmones para seguir respirando y haciendo espacio torácico, desgarrando a su paso para que entre aire. Oxígeno que reconforta y da sosiego, claro, si no es así, pues no.

Qué manía esa, la de ir regalando el corazón, pensando que tenemos que ser rescatados de nuestros propios demonios por alguien ajeno a nuestras circunstancias. Incongruencias autoimpuestas donde nuestro único enemigo somos nosotros mismos.


Hasta para todo lo que conlleva ser y estar. La esencia, qué cosa tan bonita, oiga. Ardua tarea esta, la de vivir. 


martes, 2 de mayo de 2017

He aprendido...

HE APRENDIDO (y lo que me queda por aprender... y sentir, sentir mucho, hasta que duela de bien).

He aprendido a sobrevivir. A entender que la vida transcurre mientras nos ofuscamos con memeces que no merecen un ínfimo momento de nuestra existencia.

He aprendido que el secuestro emocional solo asfixia si permitimos que se prolongue en el tiempo de la elocuencia… y de la sin razón de la incongruencia.

Que nada dura para siempre, ni lo bueno, ni lo malo. Malo, o como se llame… o como quieras tú llamarlo. En realidad todo, absolutamente todo, tiene la importancia que uno le da. Ni más, ni menos.

“Memento mori”. Recuerda que morirás. El arte excelso que abraza y envuelve la mortalidad como medio para hacernos entender mejor la naturaleza efímera, perecedera, de los esfuerzos terrenales y temporales. Nuestro tiempo es limitado. Y lo estamos empleando de la forma más absurda en muchas ocasiones.

He aprendido a sobrevivir. A resurgir de las cenizas. A no perder el tiempo en futilidades. A cogerme las entrañas y hacerme corazas con ellas… una vez tras otra. Pura resiliencia. Se llama sentir, y vivir, por supuesto. Se llama dar, dar mucho incluso cuando no recibes por igual. Desnudando el alma por las cosas y las personas que merecen que te dejes la piel. Lo que hay detrás de ella y pocos ven. Que permites que pocos vean, más bien… y sientan. 💙

Me he sumido en la desesperación de no lograr mis retos por causas ajenas, y propias cuando ya no me quedaban más fuerzas. Hasta que los logré todos y cada uno de ellos. A cabezonería pocos me ganan, lo admito. 

Me he sumido en la incertidumbre de las emociones incontrolables de otros, y de la mala gestión de las mías. He llorado lo que no está escrito por quienes no merecieron mis lágrimas, y por quienes sí. Tengo que empezar a aprender a equilibrar eso de regalar lágrimas por doquier, incluso en esos silencios compartidos con uno mismo.


No me arrepiento de nada en absoluto. DE NADA. Todo cuanto he vivido ha hecho que hoy sea la mujer que soy. Queda mucha guerra por dar. Muchas lágrimas por derramar. Muchas batallas por librar. Muchas emociones que compartir. Sí, sobretodo lo último. Porque compartir es vivir. Ese resquicio de felicidad que va sumando a cada instante para magnificar nuestra existencia y darle sentido.

He aprendido que la perfección existe en cada uno de nosotros. Sí, en la forma más imperfecta que cobijamos latiendo en nuestro interior. Nuestra forma más sublime de ser quienes somos, afortunadamente, con todas y cada una de nuestras taras y consecuencias. Esas que nos hacen únicos e inclonables. 

Esas taras que nos hacen temer lo desconocido, aunque olamos a millas la felicidad de las decisiones que nunca tomamos. Menos palabras y más hechos. La vida no es para llorar lo que no intentamos. Qué manía esa, pensar que somos eternos y somos tan sumamente fugaces... 


He aprendido que EL RIESGO SIEMPRE MERECE LA PENA, porque te la quita… la pena, claro.



Foto: Ana Mañez (gracias mi niña, por sacar a relucir la alegría que hay en mí)

lunes, 1 de mayo de 2017

Amor propio...


Ser y estar. Estar bien con uno mismo conlleva la estricta y asquerosa sinceridad con nosotros mismos, para ser. Aunque duela. Aunque oprima. Aunque toque vomitar emociones.

Observar la verdad desde fuera, desde la perspectiva ajena para comprender y respetar, porque la propia la maquillamos para sentirnos mejor... y para hacer sentir mejor. 💙

Porque nos importan quienes sufren. O sufren quienes nos importan. A veces es el revés de una misma moneda. Sufrir en demasía no es vivir. Claro, así, no.

Ignorar a quien no se interesa por ti, también es una forma de quererte a ti mismo. Se llama AMOR PROPIO. Y a veces toca ser espectador para que otros revivan. 

Uno no puede dejarse nunca para después. A veces es necesario soltar durante un tiempo prudencial (o el que sea necesario) para agarrarnos fuerte a nosotros mismos. Siempre. 


Es la única manera para sobrevivir y volver a ser quienes fuimos, quienes somos. Sí, somos, NOSOTROS.