jueves, 25 de enero de 2018

Querida RESILIENCIA

Hoy hace justo un año. 
Un año que te hice nacer en mi piel para siempre. 
Un año que te hice compartir el lienzo de mi piel con tantos otros perennes que ya estaban.
Otros que nacieron después. 
Y algún otro que está en camino de nacer para convertirse en eterno... también.

Pero hace unos cuantos más que tu significado forma parte de mi existencia.
Parte de mi entender.
De mi vivir.
De mi filosofía de vida. 
De mi forma de ser y estar. 
Porque no se es sin estar, ni se está sin ser.
Y claro, así, sí. 

Del hecho de coexistir con mis debilidades para hacerlas oportunidades y seguir creciendo.

Y es que a veces la vida se pone muy puta. 
Pero nos engañamos al vaivén de las circunstancias que creemos que no nos dejan otra opción.
Al vaivén de su mero antojo porque creemos que no nos permite decidir.
Y encima, nos lo creemos.

Iluso tú si crees que la vida tiene el control de tu propia vida.

Tú, eres quien toma las decisiones.
Tú, eres quien no las toma. Porque a partir del momento que no tomas una decisión, ya la estás tomando.

Tú, eres quien dice SÍ o NO a querer aprender.
Tú, eres quien decide ser feliz.
Tú, eres quien decide caer para levantarte. O simplemente, levantarte después de cada tropiezo. Sean los que sean.

No lo olvides. Cuando estés besando el lodo, recuerda que nadie tiene tanto poder para volver a volar, como el que tú eres capaz de creer. 

No me llames fracaso. Llámame RESILIENCIA. Porque el sinónimo de fracaso, siempre, absolutamente SIEMPRE, es aprendizaje.





No hay comentarios:

Publicar un comentario