Lo tenemos mal entendido. Seguimos ofuscados y confundidos.
Reiteramos nuestra creencia en que el poder del ser humano radica en el odio, incluso en el nuestro propio por una mala gestión del querer(nos).
Llámalo odio o mala gestión de las emociones focalizadas en el bien colectivo, y en el de uno mismo.
Y en realidad, el verdadero poder del ser humano nace, en su origen, en su génesis, precisamente en la VERDAD.
Navegamos a la deriva en el mal concepto de una fortaleza que ignoramos. Como hojas al viento pensando que la verdad nos debilita.
Y lo que parece que ignoramos, es que la verdad nos ayuda a ser más resistentes, amalgamada con amor propio y autoestima para convertirnos en resilientes.
La vida hizo eso que sabe hacer tan bien... recordarnos que no se puede morir en vida.
Que aquello que pensamos que nos deja aletargados, esconde justo lo que nos ayuda a seguir creciendo, seguir evolucionando, seguir mejorando y, lo más importante... seguir viviendo.