Sin más, nuestros miedos se apoderan de nosotros, en el momento menos pensado, en las circunstancias menos esperadas... y llegan, claro que llegan. Por nuestras incertezas, por nuestra desconfianza, por nuestra inseguridad, por pensar que no podemos, que no somos capaces con lo que nos deparan algunas situaciones.
¿No os habéis parado a pensar que los miedos son, simple y meramente creados por nosotros mismos? Esos monstruos interiores que nuestra brillante e ilimitada imaginación, a veces un tanto distorsionada, es capaz de mimetizar con el resto de nuestra personalidad si se lo permitimos.
Marie Curie decía que en la vida no debemos temer nada... sólo debemos comprender. Y aquí ando yo, justo en el este punto que partió ya hace años, cuando aprendí a entender mis temores, mis miedos. He comprendido que no debo luchar contra ellos, sino con ellos, hasta apaciguar su agonía y su ansiedad, que no es más que la mía propia.
Los miedos hay que comprenderlos, entenderlos y lidiar con ellos. Debemos ser capaces de aprender a subsistir retroalimentándonos para nuestra propia supervivencia. Debemos aprender a vivir en simbiosis. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Y el mayor enemigo de uno mismo, es uno mismo.
Woody Allen, con un humor sarcástico e irónico como su propia persona, dice que el miedo es su compañero más fiel, puesto que jamás lo ha engañado para irse con otro. Ciertamente querido Woody... ciertamente. Es otra forma de aprender a superar las circunstancias adversa.
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