Primer día del año y, como no podía ser de otra manera, empiezo con una reflexión personal. Podría haber puesto el primer amanecer del año, pero está nublado, jeje.
Así es, no creo en las listas de propósitos. Nunca he creído en ellas y creo que llevo años diciéndolo. Entre otras cosas porque nunca se cumplen. Nos llenamos la boca de infinitas acciones que jamás llevaremos a cabo, ya sea por esa falta de tiempo que nos sirve como excusa perfecta, por esa desidia imprevisible en hacer aquello que queríamos, por la falta de voluntad en hacer aquello que tan firmemente queríamos ver cumplido el 31 de diciembre para el próximo año, o porque nuestras circunstancias profesionales y personales cambian al son de la música llamada vida.
Para el caso, prefiero hablar de retos. Sí, RETOS, así en mayúscula. Esos proyectos tangibles, esos objetivos medibles, esas acciones que se convierten, también, en retos que nos hacen crecer de forma inconmesurable, ilimitada, infinita... porque sin duda alguna, es lo que nos hace evolucionar a todos los niveles.
En el transcurso de nuestra existencia, mutamos. Mutamos para mejorar, para crecer como profesionales, como seres humanos... como personas. Mutaciones que nos hacen salir de una zona de confort mal entendida que no comparto. Zona de confort donde los retos tienen cabida, pues es la que nosotros hemos decidido que sea. Una zona de confort con puertas abiertas al cambio, con espacio suficiente para ir añadiendo esos proyectos plausibles hechos realidad, esos retos cumplidos, más los que están por llegar…
Las listas de propósitos existen para hacernos creer que somos capaces de predecir un futuro que aún está por llegar. Prefiero vivir el presente, porque es el que me tiene con los pies en el suelo aunque me permita soñar a diario, fantaseando con situaciones que muchas de ellas espero ver cumplidas. Pero si se cumplen, será porque yo he decidido hacer lo posible para que eso suceda. Un futuro impredecible pero con acciones palpables porque en el pasado sembramos para recoger… de eso se trata!!!
Así pues, dejemos a un lado las listas de propósitos que nos hacen perder el tiempo y la personalidad. Centrémonos en cumplir retos, esos que nos hacen crecer profesional y personalmente, esos que nos hacen evolucionar y no involucionar.
¡¡FELIZ 2016!! Agárrate majo, que si el 2015 vino con curvas, el 2016 viene en forma de tsunami ;)
Hola Elia, estaba curioseando en tu blog y justo me ha hecho gracia tu entrada, yo también pienso que no se acostumbran a cumplir esos deseos, que justo es esa actitud que tu defiendes la de centrarnos en aquello que queremos conseguir y que realmente es importante para nosotros lo que al final hace que se cumplan nuestros objetivos.
ResponderEliminarHice un relato justo sobre eso, te dejo el link por si te apetece leerlo.
http://enrededandoconlasletras.blogspot.com.es/2015/12/mis-deseos-para-el-2016.html
Un saludo
Buenas tardes Conxita.
EliminarGracias por pasarte por uno de mis blogs, el personal, y dejarme tus palabras y tu enlace. Lo leeré, por supuesto.
Creo que nos llenamos de buenos propósitos porque nos intentamos autoconvencer de lo que pensamos que seremos capaces de realizar y no preveemos las circunstancias ;) Pero al final, lo que nos proponemos seguro que es posible. Todo es cuestión de actitud.
Saludos!!
Yo creo que las listas de propósitos sirven solamente cuando los propósitos son alcanzables y cuando se les pone una fecha ya que si no, estos se quedan solo en promesas vacías que se hacen solo para evitar el sentimiento de culpabilidad al no poder alcanzarlas
ResponderEliminarBuenos días Xavier. Totalmente de acuerdo contigo. :)
EliminarMe parece muy cierto lo que dices, yo nunca hago lista de propósitos, pero tampoco de retos, mentalmente siempre los tenemos, siempre deben de estar en nuestra cabeza, para avanzar y crecer en la vida. Me gusta como escribes, gracias
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Ali :) Saludos!!!
Eliminar