Lo tenemos mal entendido.
El amor no duele.
Y si duele, no es amor.
El amor no daña.
Si daña, ya me disculparás, pero ¡¡despierta!! porque no es amor.
No, así no.
No, ni hablar.
Quítate la venda de los ojos.
Esa que te ciega el amor propio.
La que no te permite ver que dejaste la autoestima allí, en el suelo, en el rincón del olvido, en el baúl de los recuerdos.
Las decepciones, esas jodidas sí duelen.
Duelen porque esperamos.
Dañan porque nos ilusionamos.
Mortifican porque (nos) creamos expectativas, conscientes o no.
El amor no mortifica.
Si mortifica, no es amor.
El amor no obsesiona.
Si obsesiona, no es amor.
Y-PUN-TO.
Despierta del letargo que te marchita.
De verdad, hazlo.
Quiérete bien, a ti, para poder querer a los demás mejor.
No permitas que trasciendan las decepciones ajenas.
Obvialas después de digerirlas.
Así, hasta con protector estomacal si es preciso.
¿Sabes qué es lo más importante en esta vida?
No decepcionarte a ti mismo.
No lo olvides.
No (te) olvides.
Y ya.
Totalmente de acuerdo, el amor no debe de dañar. Si Dana no es amor. 🙂 Saludos
ResponderEliminar