He caminado muchos kilómetros ya. Tantos como experiencias me ha permitido la vida vivir. Tantos como yo me he permitido sentir.
Tantas heridas en las plantas de los pies que he aprendido a sanar y curtir las lágrimas en ellas, acariciándolas, maltratándolas de vez en cuando.
Como cuando sabes que algo te hará sufrir, pero vas a por ello, lanzándote al vacío sabiendo que el aterrizaje dejará alguna que otra cicatriz. ¡¡Bendita osadía!!
Muchos kilómetros no son suficientes. Queda mucho sendero por recorrer. Mucho camino por construir. Mucha vida por vivir. Y claro, así, sí. Por supuesto.
He desgarrado el alma hasta romperla en mil pedazos, pensando que era imposible volver a crear el puzzle que la marchitó. Sufriendo por aquello que la dañó, sin percatarme de que la vida solo estaba moldeando la dureza de una coraza de quita y pon.
Nada es tan fuerte como el sentimiento de saber que eres capaz de sobrevivir. Con corazas o sin ellas. Al fin y al cabo, las corazas son solo excusas para no sentir.
No es del sufrimiento ajeno que nos protegemos. Es del sufrimiento propio que nos condenamos. Y claro, así, no. Pues no, no ni hablar.
Corazas, ¡¡vaya invento del ser humano!! Corazas de quita y pon que te las arranca de un plumazo quien es capaz de ayudarte a recomponer el alma rota. Quien es capaz de darte las piezas de una en una para que tú misma recompongas el sendero que queda por recorrer.
Y nos empeñamos en pensar que necesitamos una media naranja para sobrevivir, cuando todos, absolutamente todos nacemos completos.
Qué manía esa, pensar que tener alguien al lado es una obligación. No, gracias. Recorrer el sendero acompañada es una opción, pero mucho más, una decisión.
Algunas obligaciones terminan por destruir. Las decisiones ayudan a construir.
Y ya me perdonaréis, pero no conozco mayor demostración de amor que construir la vida de una misma ayudando a poner las piezas del sendero ajeno compartido.
Y ya me perdonaréis, pero no conozco mayor demostración de amor que construir la vida de una misma ayudando a poner las piezas del sendero ajeno compartido.
Me encanta, Elia. Lo he leído dos veces y he intentado elegir un fragmento favorito, sin embargo, no he podido.
ResponderEliminarHoy mismo he publicado un microtexto en mi blog sobre un tema similar (o incluso el mismo). ¡Qué sincronización la nuestra!
Te sigo leyendo, tú sigue escribiendo.
¡Un saludo!
P. D. ¡Venga va! Creo que me decanto por este fragmento:
"Tantas heridas en las plantas de los pies que he aprendido a sanar y curtir las lágrimas en ellas, acariciándolas, maltratándolas de vez en cuando".
Poesía pura.
Millones de gracias por pasarte por aquí y dejar tus palabras.
EliminarNo tengo intención de dejar de escribir, y ahora menos.
Besos enormes!!!