viernes, 10 de marzo de 2017

Aprender a respetar las circunstancias ajenas


Nos ofuscamos pensando que retener es sinónimo de amar. Que cortar alas es sinónimo de querer. Que un "para siempre" es síntoma de felicidad. 

Y no nos percatamos que distorsionar el verdadero valor de las palabras QUERER, AMAR y FELICIDAD ya es síntoma de detracción hacia los sentimientos verdaderos que cobijamos cada uno de nosotros, y quienes tenemos a nuestro alrededor. 

Deberíamos aprender a respetar, pero también a interpretar el lenguaje de la comunicación que emana de las personas que queremos. Porque incluso los silencios hablan, siendo respuestas que a veces obviamos.

El secreto siempre está en las GANAS, pero la prolongación de éstas son las circunstancias. A veces, ajenas a las nuestras propias, donde las decisiones no están a nuestro alcance. Donde pensar en exceso solo conlleva una demencia mal entendida que nos intoxica, a nosotros, y todo a nuestro paso.

Hablamos del CORAJE como la virtud humana de valentía, pero nos olvidamos que también es la capacidad de ser valientes y respetuosos con los sentimientos y situaciones de los demás. Sea al nivel que sea.

No podemos pretender que nos quieran como nos gustaría o como nosotros queremos, porque, afortunadamente, cada uno quiere a su manera. Esa forma única e inclonable de querer y amar. Como no podemos pretender que los demás hagan y den lo que nosotros estaríamos dispuestos a hacer y dar. Ahí, justo en ese punto, es donde se cocinan las DECEPCIONES.

Dejar libre la necesidad de que todo transcurra a su debido tiempo, porque todos llevamos una velocidad, unas circunstancias y un saber hacer. Y al final, todo, absolutamente TODO, ocurre por alguna razón. 

Sentirme LIBRE con mi LOCURA ya es síntoma de coraje bien entendido ante las circunstancias, las mías y las ajenas. 

Hablamos de coraje y locura. Así, sin anestesia, hasta con la sensata demencia de los actos de sana "incordura". Y esto, esto sí es vivir. 💙